Fueron los vehículos blindados que rodeaban la Plaza Murillo -la normalmente tranquila plaza central en el centro histórico de La Paz- los que inicialmente pusieron nerviosos a los bolivianos el miércoles por la tarde. Cuando una falange de tropas marchó hacia el palacio presidencial, la sensación de confusión y conmoción colectivas estaba en un punto álgido.

Alrededor de las 14:30 horas, un pequeño tanque destrozó repetidamente los portones del edificio neoclásico conocido como Palacio Quemado hasta que las tropas irrumpieron y, en una escena extraordinaria, el jefe del golpe -escandalizado al exjefe del ejército Juan José Zúñiga- se enfrenta al presidente. , Luis Arce.

Flanqueado por ministros del gabinete y empuñando un bastón ceremonial, símbolo de su rango como jefe de Estado, Arce, de 60 años, ordenó a Zúñiga dar marcha atrás, diciendo: «Soy su capitán… retire todas sus tropas ahora, general».

El acalorado intercambio fue filmado y duró varios minutos. Terminó cuando Zúñiga giró y salió por la misma puerta rota por la que había entrado, disparando contra un vehículo militar blindado que se alejó a toda velocidad.

Se puede recordar como el más corto. intento de golpe en los convulsos dos siglos de existencia de la nación andina. Duró sólo tres horas, durante las cuales Arce reunió a los bolivianos para «movilizarse» para defender la democracia, aparentemente dispersó el motín en una confrontación uno a uno y nombró un nuevo comando militar que ordenó a las tropas amotinadas regresar a sus cuarteles.

Detienen al exjefe del Ejército Juan José Zúñiga, presunto cabecilla. Fotografía: Daniel Miranda/AFP/Getty Images

Los disturbios han dejado a los bolivianos conmocionados y desconcertados.

Pero tan pronto como vuelve una apariencia de normalidad, los rumores comienzan a circular en el país de 12,5 millones de habitantes, que ha sufrido unos 190 golpes de estado, además de dictaduras militares y revoluciones, desde que obtuvo su independencia en 1825.

Justo antes de ser arrestado el miércoles, el presunto conspirador Zúñiga sembró dudas y dijo a los periodistas -sin proporcionar pruebas- que Arce le había ordenado dar un golpe de estado en un intento de aumentar la popularidad del presidente. El ex comandante, cercano al gobierno, había sido despedido el día antes del motín, según el ministro de gobierno boliviano, Eduardo Del Castillo.

Los comentarios de Zúñiga fueron aprovechados por la oposición, que exigió una investigación parlamentaria sobre las acusaciones de que Arce había intentado orquestar un golpe de autor (autogolpe). Dijo el legislador del bloque Comunidad Cívica, Alejandro Reyes. Observador hubo «indicios, pruebas y declaraciones que permiten pensar que este (golpe de Estado) fue premeditado, pudiendo incluso involucrar la participación del Ejecutivo».

En defensa de Arce, Deisy Choque, legisladora del gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS), advirtió que el golpe podría haber tenido éxito «si no hubiera sido por la posición asumida por el presidente, los ministros y la sociedad boliviana como Todo el mundo repudiará inmediatamente estas acciones». Afirmó que las palabras de Zúñiga tenían poca credibilidad ya que había cambiado su historia varias veces.

El jueves, Arce negó rotundamente las acusaciones de que él estaba detrás del intento de golpe, diciendo: «Nunca autorizamos que se levanten las armas contra el pueblo. ¿Qué hizo el ex comandante en jefe del ejército (…) levantarse contra el pueblo boliviano, atacar la democracia que le costó la sangre al pueblo boliviano. Nunca haremos eso».

El viernes, el gobierno anunció 20 arrestos más, incluido un ex vicealmirante de la Marina. Unos 200 militares participaron en el intento de golpe, dijo el embajador de Bolivia ante la Organización de Estados Americanos.

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Lo que está fuera de toda duda es que Arce preside una economía en crisis. En medio de la caída de las exportaciones de gas y la disminución de las reservas extranjeras, hay crecientes protestas por el aumento de los precios de los alimentos y la escasez de combustible y de dólares estadounidenses, así como profundas divisiones en su partido político.

«Bolivia atraviesa muchas crisis: política, económica, social y ambiental, pero especialmente institucional», dijo Franklin Pareja, politólogo de la Universidad de San Andrés en Bolivia. «El gobierno se encuentra en una situación muy débil. No tiene cohesión en su propio partido».

Arce está enredado en un amarga lucha por el poder con el expresidente Evo Morales, quien ayudó a elegirlo en 2020. Arce, un economista educado en el Reino Unido, se desempeñó como ministro de Finanzas de Morales y lo reemplazó como candidato del MAS después de que Morales, el líder elegido democráticamente por más tiempo en el país, fuera eliminado en 2019 en medio de acusaciones de fraude electoral, que él negó.

Ambos hombres dijeron que planean buscar la presidencia en las elecciones del MAS del próximo año. Morales fue uno de los primeros en condenar el aparente intento de golpe. Pero en un vídeo publicado ayer en X por Bolivia TV, se le ve con sus seguidores cuestionando burlonamente el incidente: «¿No sé qué clase de golpe es? Un golpe con cero heridos, cero disparos, cero muertos». Sin embargo, algunos de sus partidarios se han sumado al coro de escépticos. Gerardo García, vicepresidente del MAS, acusó a Arce de hacer un «aldea» y ser el «autor intelectual» de un golpe de Estado.

Independientemente de si son ciertos o no, los rumores de un «autogolpe» se han «apoderado de la imaginación popular», dijo Pareja, y puede ser difícil para Arce deshacerse de ellos. «Si vuelve a él, la debilidad y fragilidad de su gobierno podrían profundizarse».



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