Celine Dion deja al descubierto sus demonios en un nuevo documental que es casi imposible de ver.

En ‘I Am: Celine Dion’ vemos un ícono disminuido, escondido en medio del esplendor de Las Vegas, lisiado por la agonía, sostenido por botes llenos de Valium, literalmente agarrándose, llorando –chillando– ante la cámara.

El síndrome de la persona rígida (SPS), su enfermedad autoinmune de una rareza entre un millón, ha paralizado su voz y le ha robado la capacidad de cantar.

Los músculos de su pecho, explica, empujan sus pulmones, estrangulando su máquina de canciones sobrehumana.

«No quiero que los fans oigan eso», grita, mientras canta con voz áspera algunos compases. No quiere que la vean, pero siente que debe hacerlo.

«La mentira es demasiado pesada», dice, revelando cómo ha luchado en secreto contra el SPS durante casi dos décadas, inventando excusas y artimañas para espectáculos cancelados (una infección sinusal, un problema de audición) o acercando el micrófono al público cuando no podía. decir las palabras y tomar decenas de pastillas al día.

«Podría haber muerto», admite.

En 'I Am: Celine Dion' vemos al ícono disminuido, escondido en medio del esplendor de Las Vegas, lisiado por la agonía, sostenido por botes llenos de Valium, literalmente agarrándose, llorando -chillando- ante la cámara.

En ‘I Am: Celine Dion’ vemos al ícono disminuido, escondido en medio del esplendor de Las Vegas, lisiado por la agonía, sostenido por botes llenos de Valium, literalmente agarrándose, llorando -chillando- ante la cámara.

Después de cancelar su residencia planeada para 2021 en Sin City, siente que les debe una explicación a sus fans: ¡Adele, toma nota! – y promete volver a los escenarios: ‘Si no puedo correr, caminaré. Si no puedo caminar, gatearé… no pararé.’

El problema: es difícil saber si su pura fuerza de voluntad y su valentía ilimitada serán suficientes. ¿Y quién es Celine Dion sin su voz?

Vemos su vida y su carrera encerradas en un almacén, clínicas, casi fúnebres: zapatos y disfraces, vestidos y los viejos juguetes de sus hijos, que nunca más se usarán ni se jugará con ellos.

Entre goteos intravenosos e infusiones de plasma, lucha por mantener la normalidad para sus hijos; los dos más pequeños, de sólo 13 años, probablemente no recuerdan mucho a su padre.

René murió en 2016 y está claro que Celine nunca se recuperó. ¿Cuánto sufrimiento puede soportar una mujer?

Después de una pausa de dos años en el canto, se obliga a realizar una dolorosa sesión de grabación, obsesionándose como sólo una verdadera estrella puede hacerlo.

El síndrome de la persona rígida (SPS), su enfermedad autoinmune de una rareza entre un millón, ha paralizado su voz y le ha robado la capacidad de cantar.

El síndrome de la persona rígida (SPS), su enfermedad autoinmune de una rareza entre un millón, ha paralizado su voz y le ha robado la capacidad de cantar.

Odia lo que escucha en la reproducción y empuja su cuerpo al límite: la miserable penitencia que sigue es suficiente para hacerte dar la espalda.

Su terapeuta nota por primera vez el espasmo que disminuye en su pie. Relájate, dice, con el tobillo cerrado a 90 grados.

Pero sus manos se retuercen como garras y pronto está rígida boca abajo, con la espalda arqueada de forma antinatural y incapaz de levantar el cuello.

Luego viene la convulsión espumosa y en toda regla. El personal médico llega corriendo, pero las cámaras entrometidas permanecen.

Diva abajo.

Diez largos minutos de convulsiones torturadas y llantos infantiles, las lágrimas manchan su rostro sin maquillaje. ¿Cómo se nos podría permitir ver un tormento tan íntimo?

Quería saltar a través de la pantalla y ayudar, apartar la lente indiscreta y salvar sus últimos restos de dignidad.

Pero al admitir su vergüenza, al exponer su pérdida de control, ella toma el control y nos ofrece la narrativa más honesta de su vida, su legado, este cruel capítulo final que puede reunir.

Sus manos se retuercen como garras y pronto está rígida boca abajo, con la espalda arqueada de forma antinatural y incapaz de levantar el cuello.  Luego viene la convulsión espumosa y en toda regla.

Sus manos se retuercen como garras y pronto se encuentra rígida boca abajo, con la espalda arqueada de forma antinatural y sin poder levantar el cuello. Entonces llega la convulsión total y espumosa.

Diez largos minutos de convulsiones torturadas y llantos infantiles, las lágrimas manchan su rostro sin maquillaje.  ¿Cómo se nos podría permitir ver un tormento tan íntimo?

Diez largos minutos de convulsiones torturadas y llantos infantiles, las lágrimas manchan su rostro sin maquillaje. ¿Cómo se nos podría permitir ver un tormento tan íntimo?

A falta de una voz, esto puede ser todo lo que le quede para ofrecer a legiones de admiradores desesperados por una actuación más.

Nadie está preparado para que este sea el último adiós, y menos aún la propia Celine.

Somos testigos de una mujer que subsiste con esperanza y un deseo feroz de canalizar el talento y la energía que le quedan hacia la recuperación. Oramos con ella para que una intervención nebulosa –medicinal o milagrosa– la saque del abismo.

Pero peor que cualquier trauma en pantalla es la perdurable comprensión de que este gran recorrido por la vida y el dolor de Celine se está contando ahora para que ella llega a contarlo, un elogio viviente de una estrella que se niega a ser apagada.

Source link